miércoles, 28 de agosto de 2013

El papel del educador en el siglo XXI

El reciente día del maestro, pero sobretodo, los debates y manifestaciones del gremio sobre una reforma educativa, me lleva a reflexionar sobre cuál es el papel del docente en este siglo, en una realidad compleja, diversa y que constantemente está cambiando, sobre todo por el constante impulso de la evolución tecnológica. Pero quisiera comenzar con unas cuantas preguntas ¿se imagina usted que los ingenieros que trabajaban en los años cincuenta puedan utilizar exactamente los mismos conocimientos, métodos y técnicas para construir o arreglar los aviones actuales? Recuerda usted (si le tocó vivirlo) las interminables filas en las tiendas departamentales cuando no existía el lector óptico y el cobro era manual ¿es factible que alguna tienda decida volver a ese sistema? Sabía usted que Kodak, esa importante y gran empresa que era el referente cuando hablábamos de cámaras fotográficas y todo lo relacionado a dicha industria, desapareció cuando aparecieron las cámaras digitales y demás desarrollos tecnológicos. Cuánto ha cambiado el servicio en por ejemplo: los bancos, los supermercados, las noticieros, el entretenimiento, etc en digamos 15 años ¿Por qué entonces, el entorno educativo no ha tenido esos cambios fundamentales? ¿por qué incluso se resiste a esos cambios? Más aún, históricamente se manejó el concepto de que un maestro poseía ciertos conocimientos y habilidades de los cuales carecía el educando y que precisamente, asistía a “clase” con él para aprenderlos. Hoy, nos enfrentamos a una realidad distinta: en cuestión de habilidades tecnológicas, los estudiantes generalmente conocen más, a veces mucho más, que sus “maestros”. Antes, el profesor, y tal vez el libro oficial de texto, eran las únicas fuentes de información para que los estudiantes pudieran aprender sus temas: matemáticas, idiomas, historia, etc. Hoy, disponen de miles de videos en todos los idiomas al respecto en Youtube, pueden ver documentales seriamente documentados y con una producción impresionante en la televisión, pueden bajar todo tipo de artículos o libros electrónicos en internet, y la enciclopedia de la casa que constaba de 12 o 20 gruesos libros, se llama ahora Wikipedia y la consulta de un tema no dura más de cinco minutos. Hoy, los estudiantes, tienen acceso a todo tipo de información sobre prácticamente cualquier tema. En muchas ocasiones, información de dudosa calidad, pero en otras, mucho mejor documentada que lo que puede explicarles su profesor o el “libro de texto oficial”. La realidad es que, sobre todo en países como el nuestro, la “laguna” que existe entre estudiantes y profesores de educación básica, en lo que se refiere al manejo de tecnologías, se ha convertido en un océano que sigue creciendo y que nos coloca en un problema mayor, EL PERFIL DEL DOCENTE YA NO CORRESPONDE A LAS NECESIDADES ACTUALES DEL ESTUDIANTE. ¿Qué perfil deben tener entonces los docentes del siglo XXI? ¿Qué nuevas habilidades, conocimientos, funciones, deben tener ahora los profesores frente a sus estudiantes? ¿Hacia dónde debe orientarse la reforma educativa? Antes de contestar, permítanme comentar un caso importante para guiarnos en este tema y profundizar, aún más, en la problemática en cuestión. El caso “SUGATA MITRA”. “Sugata Mitra es actualmente Professor of Educational Technology at the School of Education, Communication and Language Sciences en la Universidad de Newcastle, Reino Unido. También es Jefe Científico, Emérito, en el NIIT. Reconocido por ser el promotor del experimento Hole in the Wall o HIW (El Agujero en la Pared por sus siglas en Inglés)…” Dicho experimento comienza con un cuestionamiento fundamental. El sr. Mitra, llama nuestra atención sobre el fenómeno de que en las zonas más marginadas de la India no están los maestros mejor preparados, muchas veces no hay ni maestros. Fenómeno social que ciertamente compartimos. El problema, dice el sr. Mitra, es que los mejores maestros no están en donde más se les necesita, condenando a la ignorancia y mayor marginación social a los millones de niños que ahí crecen. En 1999, se le ocurre colocar una computadora con acceso a internet en una de estas zonas, y ver ¿qué pasaba? Los invito a ver la experiencia que el mismo sr. Mitra nos narra https://www.youtube.com/watch?v=fMeSjX_8Ln4 . Como conclusión a este proceso, me gustaría rescatar un par de “polémicas” declaraciones del citado Artur C. Clark “Un maestro que puede ser reemplazado por una máquina, debería serlo” y “sin un niño tiene interés, entonces ocurre la educación”. Seguramente muchos profesores que lean este escrito no estarán de acuerdo, sin embargo, si vemos la documentación de este experimento, independientemente de que estemos o no de acuerdo, observamos que eso ocurrió. Aquellos buenos maestros que no les interesaba ir a las zonas más conflictivas y marginadas fueron, en efecto, sustituidos por una computadora enlazada a la red; y, lo más importante, los niños aprendían porque tenían un interés y un medio que les proporcionaba las herramientas para ese interés, sin castigos, sin burlas, sin señalamientos. Nos coloca entonces en una seria discusión. Una parte muy importante de los cientos de millones que se dedican a la educación, se van directamente para pagar los sueldos de los maestros, que no están generando los resultados que esperamos. Además de que, la escuela, el formato actual que tenemos de escuela, no sólo está históricamente desfasado, sino que no fomenta ni el interés ni la educación de los niños ¿Qué va a pasar cuando la situación realmente sea insostenible financiera, histórica y socialmente? El miedo inconfesable de algunos maestros, el de ser sustituidos por una computadora, se ha vuelto una realidad. Peor aún, así como los artesanos que rompieron las primeras máquinas no lograron parar a la revolución industrial, este proceso es irreversible. Yo incluso pronostico que el modelo actual que conocemos de universidad no será vigente en treinta años o menos ¿por qué limitarme a escuchar a un maestro cuando en algún lugar del mundo alguien está exponiendo mejor y más claro ese mismo tema, y yo tengo acceso a él? ¿Por qué limitar a nuestros alumnos a maestros que no tienen vocación, que muchas veces desconocen los temas que dan o que sencillamente carecen de habilidades pedagógicas y expositivas, cuando pueden tener acceso a documentales con información calificada, a excelentes profesores cuyas exposiciones están permanentemente accesibles en diferentes formatos? Todavía más, pregunto ¿qué pasaría si los millones que destinamos a pagar los sueldos de maestros que carecen de los conocimientos básicos de modelos de aprendizaje o que, han perdido toda autoridad moral, a construir la infraestructura tecnológica (tanto en hardware como en software) para que los niños se interesen en aprender y tengan acceso a esa información vía web? La respuesta ya la conocemos, aunque no estemos de acuerdo y no nos guste, aunque sea políticamente incorrecta según algunas perspectivas: los niños aprenderán más y mejor. Tarde o temprano, este será el proceso y la política educativa a seguir, porque es mejor en términos financieros, pero sobretodo, en resultados educativos. ¿Qué va a pasar entonces? ¿la profesión de docente está camino a la extinción? Los que me conocen podrán preguntarse si con esto estoy renegando de la profesión que he tenido por mucho tiempo, si estoy claudicando de mis ideas acerca de que es la educación el único camino que verdaderamente cambia una sociedad. NO. Creo que lo que tiene que pasar es que los profesores regresemos a la esencia de maestros. Más que aprender nuevas habilidades tecnológicas, que son indispensables según la problemática actual (cuando miles de profesores por carecer de ellos son prácticamente analfabetas funcionales), más que un entrenamiento, capacitación o formación en tecnologías educativas, los profesores debemos regresar a la construcción de una imagen con autoridad y altura moral, que sea capaz de guiar, a través del ejemplo, a sus estudiantes en aquellos senderos de formación ética y libre, que el software y el hardware no pueden. Lo que está en peligro, y me alegro, son aquellos “maestros” que carecen de un compromiso mínimo con la altura de su profesión. Que su autoridad moral la destruyeron junto con los edificios quemados, las carreteras bloqueadas, las tranzas y corruptelas que se dan en todos los niveles, desde pedirles un bacardí para pasar el año, cortejar a las alumnas a cambio de una buena nota, hasta los lamentables líderes sindicales que todos ya conocemos. Junto con el cambio tecnológico, no solo viene el cambio de equipos, plataformas o tecnologías, sino sobre todo, una visión y una forma distinta de mirar, vivir, construir la realidad. La laguna generacional entre estudiantes y profesores no se limita al manejo de las nuevas tecnologías, sino sobre todo a una manera distinta de percibir el mundo y existir, relacionarse. La generación de los llamados milenios no sólo son jóvenes que el internet forma parte de su horizonte cultural, como para nosotros lo fue el cine, el radio o la televisión, sino que semejante acceso a tal cantidad de información modifica las relaciones sociales, la forma de percibir la vida pública, social y política. El movimiento 132 no apeló al presidente, no se manifestó afuera de palacio nacional, como el movimiento del 68. Su protesta se dirigía a los medios de comunicación tradicionales, a partir de utilizar, sobretodo, aquellas plataformas de comunicación que salían precisamente del control del monopolio de televisa. Estas generaciones, con acceso ilimitado a todo tipo de información sobre cualquier tema se convierten en generaciones conscientes de sus derechos, ojalá más tolerantes a la diversidad. Su acceso a la información los hace también menos proclives a creer en los dogmas, las religiones institucionales entonces, también están en peligro. Son también más dispersos y menos pacientes, todo lo quieren aquí y ahora, sino no es así, se dispersa su interés inmediatamente. Son globales, porque sus relaciones también lo son, la geografía ha dejado de ser una limitante, al igual que todas aquellas barreras físicas que pueden ser superadas por la red. Peor aún, mientras que muchos maestros no manejan ni el internet, estos jóvenes manejan diversas plataformas (teléfonos inteligentes, computadoras personales, tabletas) que muy pronto van a estar íntimamente integradas. Pero por esto mismo, porque el acceso a la información ya no es la limitante para aprender, ahora necesitan de aquella formación que solo la experiencia y la vida pueden enseñar. Por más tecnología que haya, la vida tiene sus tiempos, sus procesos, y en esta espiral vertiginosa que todo lo quiere ahora, los individuos tenemos que regresar a aprender aquellos conocimientos que solo los da la sabiduría: la paciencia, la dedicación, la disciplina personal, el trabajo colaborativo, el respeto por mi persona, por mi entorno y por los que me rodean. Las competencias y habilidades que deben ser aprendidas no se limitan al manejo de tecnologías, sino sobre todo a aquellos aspectos formativos que van forjando la personalidad de los individuos. En un mundo donde las identidades virtuales confunden totalmente al yo con el “ello” o “avatar”, la realidad con la fantasía, donde se suplantan, se inventan según las aspiraciones o ilusiones de cada quién, la instrucción primaria debe convertirse en la auténtica formación del individuo, a partir de la construcción de una imagen clara de sí mismo, donde el valor de la persona no se otorgue por lo que tiene o “parece” que tiene, sino en la existencia auténtica, el respeto, la reflexión y la construcción de auténticas comunidades en medio de las redes sociales. Sobretodo mirando a valores como la solidaridad, que están directamente amenazados en un mundo hiper-individual donde el sujeto y el objeto (que puede ser cualquier dispositivo que le dé acceso a la red) se confunden y distorsionan. El docente, pues, en el siglo XXI si debe conocer y manejar las nuevas tecnologías, pero sobretodo debe entender cómo aplicar las nuevas tecnologías en los procesos de aprendizaje. Si debe capacitarse en el manejo de las nuevas plataformas, pero antes de ello debe recordar que una parte esencial de su profesión es el continuo aprendizaje, el aprender a aprender. Pero más aún, debe volver a ser esa figura de tutor, de formador de la vida. Con autoridad y con amor, con libertad y responsabilidad, promoviendo la autoconfianza, el respeto, la solidaridad, la fraternidad en sus alumnos. Y si un maestro puede ser reemplazado por una máquina (por carecer de vocación, de respeto y de la altura moral que exige esta profesión) en efecto, debe ser reemplazado.

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